domingo, 29 de abril de 2012

Pasión por escribir: El Mont Saint-Michel

Pasión por escribir: El Mont Saint-Michel

Los Alpes italianos desde el aire.


Posted by PicasaViajar, quién dijera lo contrario, es una delicia; un alivio para la vista, un descanso para el cuerpo y una fuente inagotable de experiencias y oportunidades.
Cuando se está ahí arriba subido en un avión, y las nubes, y las montañas y el mar vemos abajo como un tapete irregular y multicolor, pensamos y sentimos no solo la grandeza y lo inconmensurable del espectáculo, sino, también, el grande intento de nosotros, los hombres, por escalar las cimas profundas de lo desconocido más allá de las barreras que nos impone nuestra condición de animales de a pie.
Los Alpes, en su inmensidad, revelan grandeza; trascendencia en el tiempo que para nosotros es limitado.  Nos muestran, quizá a los ojos curiosos que desde la ventanilla desde ese pequeño aeroplano-pequeño en comparación-, divisamos un punto preciso en el horizonte bajo:  un río, un canal, un puente; un pequeño pueblo enclavado en una de sus muchas laderas; una plantación; o ese manto blanco que representa el frío sempiterno.
Cuando subí al avión en Madrid, jamás imaginé que más adelante, pasadas las primeras fronteras de un país hermoso que dejaba atrás, vendrían imágenes de naturaleza insospechadamente atrayente.  ¡Uauu!  ¡Ésto era algo increíble! Cómo no apreciar la grandeza de la Tierra; pero, sin dudarlo, también debía reconocer que lo del hombre subido a un aparato volador que permitía ver esa grandeza, era algo ¡increíble!  ¿Por qué no reconocer de una vez por todas que el hombre y su progreso juegan un papel importante en nuestra apreciación del mundo a estas alturas del tiempo y desde las alturas a que vuela un avión?
Abajo seguía cambiando el paisaje; continuaba extasiando a quien, como yo, tenía la oportunidad de disfrutar del lado de la ventanilla, lugar para mí privilegiado porque o se puede dormir bajando simplemente la cortinilla, o se puede disfrutar de las vistas sin límites que ofrece el horizonte.
Volar no sería tan maravillo si no se pudiera apreciar las bellezas naturales y artificiales que alimentan nuestra mirada a diferentes alturas.  Porque el vuelo se convierte en el cristal que reemplaza por ejemplo al catalejo; o al telescopio, si se tratara de ver ya no una cercanía o una distancia impensable, si no más bien de esta que se nos presenta en las fotos como si la estuviéramos tocando con las manos.  ¡Volar, volar!  Sobre los Alpes italianos o sobre cualquier otro hermoso lugar del mundo.  Pero ésta vez fue sobre Italia, y lo que nos reveló el paisaje de allá abajo era exclusivamente de esta tierra de aventureros, conquistadores y colonizadores.
Mientras estaba arriba, cómodamente sentado y mirando a través de la pequeña ventana, pensé en los romanos y en la manera como empezaron su ascenso hasta las alturas de un Imperio que los llevó a conquistar gran parte del mundo conocido.  Caminaron por esas laderas y esos pequeños o anchurosos valles; pusieron sus pies sobre la nieve que el paso del tiempo ha borrado; y se atrevieron a retar la fuerza de esa naturaleza cambiante en estaciones que dejan diferentes huellas en quienes las viven.  ¡Sí!  Desde abajo mirarían al cielo, y descubrirían algo muy distinto a lo que yo desde estas alturas veo.  Pero tuvieron la suerte de observar de frente a cada árbol, cada río o riachuelo; cada metro de tierra, cada rivera o pantano; y tras cada paso dado fijaron una huella que hoy solo se ve desde abajo.  A éstas alturas difícil es descubrir las huellas de caminos que otrora construyeran a cada paso.  Pero así es la vida, y así son estos Alpes siempre cambiantes.  Nos enseñan nuevas caras a cada instante.
Felices sean los viajeros de a pie o los de estas alturas.  ¡Siempre!


Ricardo de la Tierra



     

miércoles, 11 de abril de 2012

Soledad

Sobre el paso que da mi cuerpo solo me acompaña mi sombra,
Es soledad.
Una mañana en que la cortina abro, una noche en que la cortina cierro,
la sombra sobre mi cama está conmigo y yo con ella,
Es soledad.
Bajo la escalera y aquella me sigue; salgo a la calle y camino por la acera y está a mi lado;
no hace compañía ni deja huella,
Es soledad.
Que el corazón está en tinieblas y los sonidos y los colores se estrellan contra la pared de mis sueños,
Es soledad.
En la jaula sempiterna de una ilusión que no es hechura;
en la profundidad de un pensamiento que no vuela
y en la estrechez que una cárcel a un preso encierra,
Es soledad.
De mi llanto que se ahoga en mi garganta y que ningún otro como yo escucha;
en el recuerdo de su propio llanto y de su propia angustia,
Es soledad.
Aún la sonrisa y la alegría que expresan un corazón y un rostro que de un hombre y una mujer se muestran,
Es soledad.
Porque la vida que en un hombre está, no estará en otro, jamás.
Y es en el sentir de mi vida, la tuya y la de otro,
donde se ve que la soledad es sempiterna así cada quien sentidamente la viva.
Soledad.

Ricardo de la Tierra
Madrid, 11 de abril de 2012

sábado, 3 de marzo de 2012

Un día de tranquilidad

Amanece el día como casi todos los anteriores días.  Quizás haya un poco más de claridad; tal vez esté hoy el sol algo más intenso en su luz y las nubes aún no han tenido tiempo de hacer su aparición.  
Estiro los brazos y bostezo.  Hoy la cama me dice:  Quédate, aún es temprano.  No sé si obedecerle.  Es tan cómoda, tan placentero es su abrigo.  Giro los ojos alrededor de la habitación.  Las paredes me parecen nuevas; las cortinas se descuelgan libremente hacia el suelo; los cuadros anidan tranquilamente y de manera dulce en el color.  Los edredones que cubren mi cuerpo forman colinas y cimas aún mayores, y algunos valles y algunas llanuras se muestran a mi curiosa visión.  Levanto la rodilla, estiro el pie, y de inmediato montañas grandes y hasta entonces desconocidas, se erigen por encima del nivel de mi cabeza y amenazan con cubrirme.  Riachuelos y ríos trazo caprichosamente con el dedo sobre los hilos apretados de la tela.  Juego a que ahora sean anchos y luego estrechos; a que ahora sean profundos y luego llanos.  Pinto árboles y apacento ganado en sus riberas y en las extensas praderas que se abren a ambos lados.  En la lámpara que pende del techo hacen nido los mirlos y un martín pescador.  Por la puerta de madera de la habitación trepan y se descuelgan monos y ardillas; saltan, se balancean.  Caprichosamente juegan a perder una semilla, a quién la encuentra, a cuál se la come.  Todo es una fiesta en la puerta.
Las paredes son como caprichos de un cráter, un montículo aquí, otro montículo allá; una sima aquí, una hondonada allá.  La luz que se filtra a través de la cortina se queda enterita en este espacio donde habito y duermo yo, donde habitan todas las formas a las que mi mente quiera dar vida.  Estamos aquí; pero yo soy el testigo único de su existencia; yo las agito, yo las muevo; yo les doy el sentido que las explica.  ¡Cuánto se puede imaginar, recordar y proyectar antes de uno levantarse de la cama!  La mente es un grande y caprichoso juguete de mil formas que construye formas por doquier. 

Ricardo de la Tierra.
Móstoles, 3 de marzo de 2012

sábado, 25 de febrero de 2012

Ataduras

Eslabones intangibles que atan cadenas en mis días.
Oro, acero, hierro, bronce, cobre, igual da.  Son ataduras.
Ligan mis sentimientos a mis ideas y el mundo vive en éstos
ordenando y señalando el día a día y cómo se ha de vivir.
Si pudiese romper ataduras, todas,
o al menos aquellas más crueles conmigo, 
prejuicios, engaños, hipocresías, lastimeras frases de compañía,
entonces una a una, como pedazos de desperdicios 
las expulsaría al día de mi vida. 
Sin embargo, ataduras invisibles, aún ésas,
encubiertas tras la máscara de una cara sonriente,
viven eternamente en lozanía como el agua fresca
y el rocío en la mañana.  
Ataduras en pesadumbre o ataduras en dolor;
de las que los recuerdos forman parte 
cuando el pasado es una suma de eslabones de amargura, sangre, sin sabor.
Uniones ingratas que en la vida pesan sobre uno
como el mundo sobre Atlas, o como la pesada carga sobre la mula o el asno
cuando patean por caminos empedrados.
Ataduras de los días que pasan
y van acercando final ineludible donde el fin de toda ilusión
y esperanza rompe con cualquier clase de cadena,
lazo o forma de unión con la vida.  El fin.

Ricardo de la Tierra
Frebrero 25 de 2012

sábado, 18 de febrero de 2012

Sensualidad

Una mirada, un beso; el aire de tu aliento rozando mi piel.
El sonido de tus palabras como remansos meciendo mis neuronas.
El árbol que deja caer sus hojas sobre tu cuerpo
y me trae el rumor de tu expresión de contento.
Una sonrisa cuando la lluvia cae
y te extasias viendo un pájaro sacudir sus alas al aire,
me dice que tu querer al viento le entregas
y que él tu figura etérea labra en mil laminillas de color,
y a mis ojos la atrae.
El sol en la mañana y el sol en la tarde
que el pintor con su pincel retrata,
recoge sobre tu cara las luces del universo
para enseñar al mundo tu belleza, como belleza de hadas,
y a mí me dice que en el fragor de la llama 
que a millones de kilómetros se funde y derrama,
tu belleza atrapa para descubrir entre las infinitas luces
una luz como la tuya habitando para hacerme sentir luego,
cuando a mi cuerpo baja, el calor intenso que la pasión reclama.
Sensualidad, un llamado a la sensualidad suprema 
vista en el rocío de la mañana sobre tu cuerpo yermo esperando mis brazos
para rodear tu cuerpo, brazos que acariciarán la hierba
sobre la que tu ser descansa.
El color en la flor de los pétalos surge como encanto de una sonrisa
que se eleva desde tu rostro hacia el cielo.
Y allí tiende un hilo invisible con el mundo a sus pies extendido
para hacerlo vibrar con la emoción que desde su interior le recorre
y se muestra en esa sonrisa.
Arrebatado desde la profundidad de su ser,
un aliento de vida en sinuosas formas y cadenciosos y alucinantes movimientos
danza entrando en el juego de sensaciones
que a su cuerpo a la espera de experiencias fuertes e intensas
atenaza.


Ricardo de la Tierra
Móstoles, enero de 2012

domingo, 12 de febrero de 2012

¿Sabes quién es?

Cuando no se conoce al enemigo todo el mundo lo defiende y elogia, porque está bien atrincherado.
Javier Marín Agudelo 


Yo, desde el oscuro sentido de mi corazón


Yo, a través de los ojos que miran hacia el mundo, de la voz que emite las ideas que mi voz ejecuta en sonidos, de los movimientos que ejecutan las órdenes que mi cerebro emite.  Desde la superioridad que me viene de la concepción de ser de una raza de hombres elegidos, de nación próspera, organizada y disciplinada; de la corriente de la Historia que ha enseñado que los de mi pueblo son indomables e irreducibles; desde el tiempo en que las cosas de la vida sirvieron para que mi mundo encontrara la dificultad y la remontara; desde el torcido camino que guió los pasos de mi vida y me hizo penetrar de la idea de que solo luchando con cualquier arma podría llegar a la cima de mis sueños.  Desde ésta altura he declarado:  Yo soy de una raza superior.
Debajo de mis pies un pueblo ha sido apisonado.  Mi intención era borrar todo vestigio de su existencia de la faz de la Tierra porque el odio que me inspiraba era tal que solo desapareciéndolo mi corazón hallaría la luz que necesitaba.  Pero, yo, desde el oscuro sentido de mi corazón solo pude entender que mi lucha debía pasar por el extermino, por la reducción a la nada, por borrar incluso su nombre de las letras de la Historia.  Y no podía haber otro modo de que mi corazón fuera iluminado.  Inicié guerras, puse bajo mis pies a hombres títere que compartían mi ilusión y mi esperanza; los reduje a la obediencia más ignominiosa solo por probar que  tanto yo como mi pueblo pertenecíamos a una raza superior.  ¿Y qué queda hoy de aquella ilusión, de aquella esperanza?  Un pueblo renacido de las cenizas y otro pueblo que continuamente pide perdón al mundo por mi actuación execrable e ignominiosa, y una memoria que solo los más tiranos que aún quedan en el mundo se atreven a elogiar e intentan emular a sabiendas de que una bandera de la libertad siempre estará ondeando en lo más alto de una cima, ésta ya no de la tiranía, sino de la más amplia y quizá libertaria democracia que no cesa en su empeño de reducir todo intento de tiranía a la nada.  
Pero yo, que reduje la expresión de la libertad a una enorme ovación de mi propio nombre, de mi ideología y de mis aspiraciones más personales; que alimenté a mi pueblo, necesitado de alguien que lo sacara de la miseria y le diera glorias sustrayéndolo de la condición humillante en que se encontraba, con las ilusiones más falsas, jamás pude contemplar con buenos ojos que otros hombres pudieran encontrar libertad y felicidad donde yo solo veía oportunidad de sembrar desdicha y desesperanza.  Caprichos sin duda de mi vida que se inscribió en los libros de Historia con letras negras que simbolizaban la muerte, la desesperanza.  Quise hacer la Historia por mí, para mí y para mi pueblo, y en ésta durar más de mil años.  Pero, fenecí por mi propia mano en un reducto fortificado donde pocos hombres y una sola mujer me acompañaban.  Fieles, incluso sabiendo de mis desvarios, hasta la muerte.  Que descansen en paz aquellos.  Y la Historia no olvide mi miserable acción que quedará por siempre como una gran vergüenza, como una mancha negra en la historia de mi pueblo y para la especie humana.

Ricardo de la Tierra.
Madrid, febrero de 2012





.

Trazos

En lugar de sufrir con la diferencia, hay que aprender a conocerla y disfrutarla.
Javier Marín Agudelo

La astucia, la máscara, el dolor, la angustia; la sonrisa, la palabra, la mirada.  ¿Todas herramientas para la vida? ¿Cuál será el maestro que las ha de usar como se cree es debido?
-
Pensar, sentir, escribir, trabajar, divertirse; pasar la vida en los años.  Luego, reír, gritar, hablar, y así una cantidad de funciones que jamás llega uno a clasificar y catalogar.  ¿Funcionar como la calculadora o como el ordenador?
-
Lecciones de vida:  a cada giro de tuerca hay una, muchas; la vida está llena de ellas.  ¿Qué pretención es esa de ser maestro en el vivir? Cada quien tiene su propia historia, y lecciones le bastan y le sobran.
-
Se ha llegado a decir con indudable seguridad, que no en pocas ocasiones conviene pasar por tonto, que es una de las formas de demostrar inteligencia.  Algo de cambio en el rol no está nada mal.
-
Habría que envidiar, odiar, desear, ser hipócrita, insidioso, lujurioso, ambicionar.  Dejémonos de torpezas:  los defectos ayudan a formarse una imagen también humana.

Ricardo de la Tierra.
Madrid, febrero de 2012

lunes, 6 de febrero de 2012

La lectura, fuente de placer y otras cosas.

Para leer...Delirio y HHhH.

Hay que penetrase de la idea que no siempre se producen obras maestras.
Por eso, lo que uno escribe tiene cabida en alguna parte.

Javier Marín Agudelo 


 Quien haya tenido en sus manos un libro (¿cuántas personas no lo han tenido?), habrán descubierto que en la lectura se encuentra un enorme placer.  Pero también se habrán dado cuenta, creo, de que en la lectura hay alguna cantidad de información y hasta aprendizaje dignos de ser atendidos. ¿Cuáles otros asuntos son de interés en una lectura?  Yo anotaría la técnica como factor cautivador que acompaña a la lectura.  Así pude comprobarlo en dos libros que he tenido entre mis manos y que, sin ir muy lejos, fueron ganadores de dos premios importantes de Literatura.  Estos libros son:  "Delirio" de la colombiana Laura Restrepo, obra ganadora del Alfaguara 2004, y "HHhH" del francés Laurent Binet, ganadora del Goncourt 2010.  Ambos abordaron de manera novedosa la elaboración de su obra partiendo de una variación en la construcción y escritura de la misma.  Laura Restrepo empleó la continuidad del texto y la mezcla de escenas en las que intervienen diferentes personajes para conectar varias realidades en las que están inmersos sus personajes sin entrar directamente a ser protagonista de la obra.  Caso que sí sucede en la realización de la obra de Binet, quien se ocupa de describir las vicisitudes y dudas y reclamos personales que le presentó la novela durante su escritura.  Presenta, en varias partes, fragmentos claros de sus dudas, inquietudes, cambios y recambios con relación a lo que debía y no debía formar parte de la novela desde el punto de vista personal del autor y la realidad histórica que comprendía los aspectos principales por los que debía pasar el relato.  Así, por ejemplo, explica cómo llegó a desestimar la inclusión de varios personajes por considerarlos irrelevantes dentro de la trama, o, de otro lado, con la capacidad de apartarlo de su objetivo principal.  Es el caso por ejemplo cuando cuenta que "Había decidido no mencionar el papel de Heydrich en la caída de Tujachevsky.  En primer lugar, porque ese papel me parece secundario, incluso ilusorio...".  Cuenta también cómo renuncia a fragmentos producto de su investigación que quizá resulten innecesarios para estructurar la obra y situarse dentro del contexto narrativo.  De éste último caso refiere:  "A veces, cuando estoy documentándome, doy con una historia que opto por no relatar ya sea porque me parece demasiado anecdótica, ya porque carezco de todos los detalles y no llego a reunir todas las piezas del puzle, o ya porque está puesta en tela de juicio.".
En el caso de "Delirio", la cosa cambia por completo al elegir la escritora un relato descriptivo y dialogante en el que están ausentes por completo los guiones, de tal suerte que se hace indispensable estar atento y pendiente en todo momento del desarrollo de la obra para enterarse cuándo entra y cuándo sale un personaje de escena. Su técnica es novedosa para mí en cuanto prescinde de complejos y tradicionales cambios de construcción que comprenden la ejecución constante de espacios, interlineados, puntuaciones y descripciones que, de alguna manera, pueden apartar al lector de la lectura.  Al proceder a la redacción de la novela de manera continua, construye la solidez alrededor del proceso de continuidad, lo cual favorece también la percepción que el lector adquiere de los personajes en su hilarante relación entre sí mismos y con el espacio o los espacios en los cuales se desarrolla la trama.  La sonoridad adquiere así, una calidad particular que lleva al lector a imaginar cuál sería la complejidad con la que la escritora se encontró al momento de decidirse a estructurar su novela de una manera diferente.  Porque al lector en general, quizá no le resulte tan sencilla su lectura, toda vez que la costumbre establecida presenta otro modo de acercarse a la lectura mediante una estructura mayormente convencional.
En cuanto al proceso de elaboración de las novelas en sí, las dos, enseñan la capacidad investigadora del escritor a la hora de fundamentar su trabajo.  No escatiman en recursos.  Incluso, en el caso de Binet, éste llega a personarse en varios de los lugares en los que se desarrolló la historia de la que habla.  Praga, "la ciudad más bella del mundo", es el centro de atención del escritor porque en esta ciudad se desarrolló el principal episodio que da lugar al argumento de la novela.  Allí se encuentra no solo en el lugar que adora, sino en la fuente misma del núcleo de la trama, en el corazón de la novela desde donde parte en su investigación hacia otros lugares que no visitó, pero que están presentes en diferentes puntos del relato.  Son éstos, Berlín, Londres o París.  Laura Restrepo hace otro tanto, pero, en su caso, no necesita trasladarse a otros lugares y no describe en su novela ninguna clase de aventura personal para conseguir la información.  El eje espacial de su novela está en Bogotá.  Y de su entorno toma tanto el tema como a los personajes y sus vicisitudes.  Es más localista en cuanto a la ubicación de la trama.  No por tal motivo, su descripción no deja de ser interesante, pues se atreve hasta describir los lugares más sórdidos, las costumbres más parapetadas e increíbles de una ciudad que no duerme y en la que se suceden hechos que solo conocemos a través de los periódicos, la televisión, la radio e Internet.  En la vida diaria, muchos colombianos jamás se acercarán a los episodios más escabrosos protagonizados por la mafia de la droga, mas si estarán rodeados del ambiente enrarecido creado por la misma en muchos lugares.  A Binet esa realidad de la Segunda Guerra Mundial no lo toca ni lo tocó de ninguna manera, exceptuando los diálogos que tuvo con su padre acerca del tema.  Una juventud como la suya solo ha visto en vídeos, películas y leído en libros, los sucesos que narra.  Jamás tuvo entre sus manos un fusil que empuñar, ni una pistola que disparar.  Solo tuvo la pasión por descubrir y describir con su particular estilo narrativo e investigativo, sucesos que afectaron a millones de personas, particularmente judías, que vieron cómo se derrumbaba su mundo atrapado en medio de las balas, el veneno y los gases de un Estado homicida.  Aquél ambiente que se vivió y aquel aire que se respiró, hoy está lejos de la realidad inmediata.  Y Binet lo sabe.  Y lo supo cuando se decidió a encarar el tema decidiendo abordarlo con el mayor rigor investigativo de que fuera capaz.  Por tal motivo su novela tiene o muestra un aire de ensayo característico y de autobiografía difícil de hallar en otros lugares, pues describe con detalles minuciosos que resultan increíbles aspectos muy particulares y en cualesquiera otro caso no tan relevantes de la vida de sus personajes.  Llega a contarnos, incluso, las características de carácter, personalidad, físico y oficio de dos de sus tres personajes principales a través de la hoja de vida que dejaron antes de partir hacia la misión que debían llevar a cabo y de la que no saldrían con vida.  ¿Interesante?  Podría parecer interesante únicamente para un historiador.  Pero resulta que también lo es para el lector de novelas por la manera amena como se encuentra con los personajes en sus actuaciones más cotidianas, a diferencia de lo que hubiera significado describir, por ejemplo, como tradicionalmente lo ha hecho la Historia, solo a los personajes más relevantes de la misma, y, por añadidura, magnificándolos.  Así son también los personajes que Laura Restrepo emplea para su obra, excepción hecha de Pablo Escobar; ese famoso narcotraficante colombiano de cuya historia todo el mundo se sirvió para sus particulares comentarios.  De resto, sus personajes son de a pie, del común de la gente que camina por la carrera 7º o la calle 72; o de los que viven en La Calera o Tunjuelito.  La familiaridad con el ambiente y entre los personajes es la nota imperante.  Se conocen de punta a punta a través de los diálogos, de la particular manera de hablar propia de uno u otro segmento de la población.
" A los hombres como yo nos gustan papandujas y madurongas, y tú, Miditas, hijo, me saliste con un par de crías desnutridas y desamparadas que estaban buenas para adoptarlas pero no para fornicárselas, así le decía yo, que cuando me conviene puedo ser  el hijodeputa más lambeculos del mundo, y al mismo tiempo disimulaba la mala leche para no jorobar tamaño business que teníamos pendiente,"  Buen trabajo, sin lugar a dudas.

Ricardo de la Tierra.
Madrid, febrero de 2012



sábado, 4 de febrero de 2012

Abanico



¿Qué eres?

Acá, abajo, en el Sur, yo soy mortal; 
allá, arriba, en el Norte, ¿tú qué eres?
¿Acaso lo mismo?


Pregunta

Le pregunté a un amigo:
¿Cuándo sería sensato que cambiaras de vida?
¿Sensato?-me respondió.


Vacío

Cuando muera no me lloréis; estaré ausente.
Ni risas ni flores veré que acompañen mi féretro,
ni sentiré el paso de la brisa.
Lo que queráis hacer hacedlo por vosotros
que sentiréis el vacío, la soledad,
la brisa que cae sobre vuestro cuerpo.



Ricardo de la Tierra
Madrid, febrero de 2012



miércoles, 1 de febrero de 2012

El preso

Caminamos por andenes opuestos y en sentido contrario.
Javier Marín Agudelo


Desde la oscuridad hacia la farola plantada a un lado de la acera, caminan tres hombres vestidos de pantalón azul, camisa y cazadora.  Se miran en silencio y sonríen con malicia.  Se traen algo entre manos.  Pasan de largo, y, sorprendidos por el ruido de una sirena y unas luces que se aproximan velozmente, tratan de ocultarse.  No lo consiguen.  El coche de la policía les corta el paso.  

Dos agentes se apresuran a bajar del coche y de inmediato los rodean.  Los tres hombres se echan atrás contra la malla metálica que les retiene contra su voluntad.  El más joven, asustado y temeroso, empieza a temblar.  Un policía lo agarra por un brazo y lo retiene.
-¿Qué te ocurre? ¿Ocultas algo?
El chico no es capaz de articular palabra, solo deja escapar con dificultad un:
-Yooo, yooo...-y queda paralizado.  Su rostro muda de color, tiembla, sus manos tiemblan, sus pies no lo sostienen; parpadea rápido.
Desde la malla sus dos compinches observan.  Un par de esposas se cierran alrededor de sus manos y un hilo de humedad desciende por la línea interior de sus pantalones.  Se abre la portezuela, sube uno y después los otros.  Luego, solo se escucha el coche patrulla alejándose a toda velocidad y perdiéndose en el horizonte oscuro salpicado de numerosos puntos blancos.
La amplia puerta se abre, y en la sala un numeroso público espera.  Del otro lado se escucha el golpe de una puerta estrecha por donde hace su entrada el juez con su toga negra y porte elevado.  No es joven, no es viejo; quizá ande por los cuarenta o cuarenta y cinco años.  Se sienta.  Y a su lado en el estrado lo acompaña el acusado.
Desde la banca de la primera fila, un hombre de traje gris bien cortado, zapatos negros y bien lustrados, pelo corto al ras y actitud de letrado, se levanta y viene al frente.  Interroga, y acosa, y rodea.  El acusado, intimidado, no habla, balbucea.
-¿Yo?   No.
Escucha:
-Entre su ropa se ha encontrado una bolsa transparente con una sustancia blanca.  Coca, sin duda.
El juez escucha, silencioso, como silencioso está el público de la sala.  Habla el juez.
-Al acusado se le condena a tres años de cárcel.
En la sala se oye un llanto agudo, un castañeteo de dientes que hace girar todas las miradas hacia el condenado.  Éste, perdido en el desespero, cubre su cara con sus manos y abandona el banquillo de los condenados cabizbajo y esposado.
La celda es un pequeño habitáculo de un metro cincuenta por dos veinte.  Hace días que los barrotes rígidos de esta celda se cerraron frente a su cara.  Ahora la multitud de presos se agolpa alrededor de la entrada.  Curiosos, inquietos, intrigados, sensatos.  Adentro, un  guarda deshace el último nudo alrededor del cuello de un hombre que yace sobre el camastro.  Intenta reanimarlo.  Inútil.  Afuera se rumorea.
-¿Quién es?
-El chico.
-Otro que no pudo resistir.
-Así es.  El encierro en la vida no es algo que soporte cualquiera.  
Se cierra la puerta de un golpe seco, señalando el vacío en aquel habitáculo que se pierde en el trinar del tiempo.

Ricardo de la Tierra

Madrid, febrero de 2012



martes, 31 de enero de 2012




En la mirada llevas el sello de tu vida
como luz que alumbra un camino largo a oscuras.
Tú,
Cuentas con palabras una y mil historias de la vida.
Tú, 
Sientes que el día a día pasa y entre esperanzas e ilusiones
ves las oportunidades para hacerlas realidad.
Tú,
Abrazas y besas a tu madre, tu padre y tus hermanos
como jamás besarás, supón, a un extraño.
Tú,
Esencia pura de la vida, inteligencia abierta a las ideas,
corriente de sentimiento y pasión en la que anida la fuerza
de tus sueños y tus anhelos.
Tú,
Horizonte que se muestra ante el mundo
para que este vea una luz, solo una luz,
en la que puede hallar un camino a sus esperanzas.
Tú,
Fuente de vida, origen de lo nuevo,
semilla para el futuro:
Ábrete, enseña al mundo la revolución que en ti
como remolino y  leña en fuego quiere abrirse paso
para dar un giro a la vida, para remover los cimientos 
de lo que parece perenne.
Tú,
alas de ave gigante, remonta las montañas más altas,
vadea los ríos más corrientosos,
labra la piedra más dura para obtener de ella su belleza,
con la pluma plasma el texto más hermoso
y pinta con tu paleta las líneas imborrables de los cuerpos más grotescos o sinuosos.
Tú,
vive, sencillo, vive.  

Ricardo de la Tierra
Madrid, diciembre de 2011



domingo, 29 de enero de 2012

Una vida para ser vivida

Creo que no hay que tener demasiada riqueza, ni hay necesidad de ser demasiado trágico o cómico; creo que no es necesario ser excesivamente perfecto para poder vivir.  Suficiente es darle un sentido a la vida, un solo sentido, el que fuere sin pensar si es demasiado bueno o demasiado malo; si es bien querido o mal querido; si es aceptado o rechazado por la gente.  Basta, creo, con estar satisfactoriamente a gusto con lo que se hace o con la forma como se vive.  Apetencias diferentes las hay por donde se mire; gustos, preferencias, modos de vida, costumbres.  En la vida hay de todo como en una botica.
El ascenso hacia una cumbre puede ser menos dificultoso o penoso de lo que se piensa.  Es posible que la cima esté por debajo de la altura que suponemos tiene.  Y, en definitiva, baste con elevar un poco el pie y posarlo sobre ella.



Ricardo de la tierra.
Madrid, febrero de 2012

jueves, 26 de enero de 2012

Segunda entrada de prueba.
Vamos entendiendo como funciona y nos pone contentos.
En breve, escribiré mis textos.
Comenten, me gusta la interactuación.
Prueba de texto 1 (26 de enero 2012)
Gran via
Ciber
16.30
Descubriendo