lunes, 19 de enero de 2015

Susan Sontag, una intelectual comprometida.

Susan Sontag, una intelectual comprometida.


El primer contacto que tuve con la obra escrita de Susan Sontag fue de intención.  Estando en casa de una amiga surgió en medio de la conversación el tema de Sontag.  Mi amiga me ofreció en préstamo un libro que tenía por ahí perdido entre una montaña de libros de su propia colección.  El préstamo quedó para otro día, pues le fue imposible hallarlo.  Cuando tuvimos la ocasión de hablar de nuevo, concertamos una cita.  A ésta llegó mi amiga con el libro La enfermedad y sus metáforas y El sida y sus metáforas.  En uno de los días anteriores, los medios de comunicación habían hablado de Susan Sontag, con motivo de haber sido elegida para recibir el Premio Príncipe de Asturias de las Letras del año 2003.  Ambos hechos, el Premio y el libro, acrecentaron mi interés; así que pasé de la intención a la acción.  A partir de su lectura, Susan Sontag y su obra entraron a formar parte de mi lectura obligada.
Bien elaborados, con demostrada capacidad, habilidad, conocimiento y profundidad, a través de sus escritos un lector no demasiado informado podía deslizarse por la mente de diferentes artistas, filósofos, escritores y poetas de épocas distintas y estilos variados.
Sontag tenía (murió en diciembre de 2004) una mente abierta y una aguda inteligencia.  Su bien ganada fama de ensayista y escritora capaz, de intelectual formada y comprometida, venía precedida de una sólida formación académica adquirida en las universidades de Harvard, Berkeley y Chicago.  Su conocido talante de luchadora tenaz lo había conquistado a través de su presencia y actuación en acontecimientos históricos de primer orden como los movimientos sociales y políticos de los años 60 y 70, en Estados Unidos y Europa, que abogaban por el final de la guerra de Vietnam; y también en Sarajevo, más recientemente, adonde "fui para apoyar, para trabajar, para ser testigo".  Tenaz luchadora también, porque a base de esfuerzo, disciplina y constancia se formó en el conocimiento de campos tan numerosos y ricos como la fotografía, la pintura, el cine, la literatura y la filosofía, en los que siempre sentó su posición.
Aunque había nacido en Estados unidos, estaba convencida de que su espíritu y su mente pertenecían por completo a Europa.  Así lo demostró más de una vez y de diferentes maneras.  Una de éstas fue a través de su larga estancia de una año en París.  Durante este periodo escribió Bajo el signo de Saturno, libro que, en su mayor parte, lo consagró a personajes y acontecimientos europeos de primera línea.  Lo confirman los capítulos intitulados "Un enfoque a Artaud" y "Fascinante fascismo", entre otros.
En Europa, Estados Unidos o en cualquier lugar y momento que se encontrase, esta mujer intelectual le hizo frente no sólo al reto que aún en los años en que inició su carrera significaba ser mujer, y mujer con pensamiento propio, que era lo más complicado y también lo más importante; sino que, además, desde su posición y contando ya con suficiente amplitud de miras y decidido coraje, se atrevió a decir, por ejemplo, que "Se pretende que Camus sea un escritor muy bueno.  Pero no lo es."  En Camus no vio a un pensador; a lo sumo, un escritor con inquietudes intelectuales.  Mucho más importante, sí, que George Orwell y James Baldwin.  "En Camus no encontramos arte ni pensamiento de primera calidad."  Opinión muy personal, indudablemente.  Opinión que con mayor frecuencia amplió al campo del arte para afirmar: "La obra de arte es, antes que nada, un objeto, no una imitación." O, también: "El arte es la objetivación de la voluntad en una cosa o realización, y la incitación o estímulo de la voluntad".
Sontag no sólo se atrevió a hablar o a escribir acerca de otros, de su trabajo, de su historia y de su vida. También de sí misma dijo cuanto pudo al referir, por ejemplo, la suma de sus primeras impresiones tras llegar a Nueva York para quedarse a vivir, y de sus viajes veraniegos a París, descritos en la introducción a Contra la interpretación: "Me veía como una combatiente de nuevo cuño en una batalla muy antigua: Contra la hipocresía, contra la superficialidad y la indiferencia éticas y estéticas (...) Quizás yo estuviera bien equipada para ver lo que vi, para comprender lo que comprendí, debido a mi amor por los libros, mi eurofilia y mi reverencia antes las artes."  Hablando del cáncer en La enfermedad y sus metáforas, tuvo el valor y la claridad suficientes para decir: "Yo misma tuve cáncer".



En esa forma particular suya de ver y vivir la vida, y de no esconderse de la realidad, reconoció en una entrevista que le hizo el diario El País de España en diciembre de 2002 que "Juan (Goytisolo) y yo tenemos ya una cierta edad, y conocemos los hábitos de la gente mayor(...)  No quisiera ser confinada en el papel de alguien que deplora lo actual incluso si, en efecto, lo deploro."  Una cierta edad que no le arrebató la capacidad de pensar hasta el último momento.  Una cierta edad a la que llegó sólo después de haber empezado a vivir en otra lejana edad la fructífera experiencia intelectual que le fue reconocida, al decir de muchos, por haber sido una de las más importantes e influyentes intelectuales de su época.

Javier Marín Agudelo©2015

Escritor y Ensayista

  


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