martes, 22 de noviembre de 2016

Extranjero

Extranjero. 
Llegado de tierras lejanas,
de allá donde el sol levanta en la mañana,
la noche llega al caer la tarde,
y el viento sopla de las montañas.
Extranjero, de piel color canela, amarilla o blanca, 
de nariz respingada, chata o afilada,
de labios finos o gruesos y color rojo oscuro o rojo claro.
De sonrisa, risa o carcajada.
voz aguda, grave o afinada,
mirada profunda, cálida o apagada,
caricias suaves, abrazos estrechos y entusiastas.
Vienes a mi tierra que es la Tierra, 
bebes en mis aguas que es el Agua, 
te bañas en mis ríos que es el Río, 
comes de mis campos que es el Campo.
Cuánto nos parecemos, amigo extranjero.
Tu sol, tu noche, tu viento, tus montañas; 
tu piel, tu nariz, tus labios, tus colores, son iguales a los que desde niño me acompañan.
Cuánto nos parecemos, amigo extranjero.
Tu sonrisa, tu voz, tus caricias, tu mirada, 
son como los que yo he vivido y soñado, son como los que yo he visto y amado desde el regazo y las entrañas.
Los campos, ríos y aguas de la Tierra; los frutos, animales y riquezas de los fondos y socavones, los han arado, aprovechado y explotado las manos, tan tuyas, tan mías como las de los primeros africanos.
¡Ah, amigo extranjero! Si las personas de esta tierra viéramos en ti nuestro retrato, 
muy pronto abandonaríamos el desprecio, la humillación, la arrogancia; 
bien pronto sentiríamos tu dolor en nuestra piel, tu hambre en nuestro estómago, 
tu tristeza en nuestro ser y tu sonrisa en nuestros labios.
Muy pronto no te veríamos como extranjero y sí como hermano, necesitado de ayuda, comida, casa, trabajo; de compañía, sonrisa, amor y bienvenida a nuestra tierra, la Tierra, que es la tuya, la mía, nuestra Casa. 


Javier Marín   

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