Amanece el día como casi todos los anteriores días. Quizás haya un poco más de claridad; tal vez esté hoy el sol algo más intenso en su luz y las nubes aún no han tenido tiempo de hacer su aparición.
Estiro los brazos y bostezo. Hoy la cama me dice: Quédate, aún es temprano. No sé si obedecerle. Es tan cómoda, tan placentero es su abrigo. Giro los ojos alrededor de la habitación. Las paredes me parecen nuevas; las cortinas se descuelgan libremente hacia el suelo; los cuadros anidan tranquilamente y de manera dulce en el color. Los edredones que cubren mi cuerpo forman colinas y cimas aún mayores, y algunos valles y algunas llanuras se muestran a mi curiosa visión. Levanto la rodilla, estiro el pie, y de inmediato montañas grandes y hasta entonces desconocidas, se erigen por encima del nivel de mi cabeza y amenazan con cubrirme. Riachuelos y ríos trazo caprichosamente con el dedo sobre los hilos apretados de la tela. Juego a que ahora sean anchos y luego estrechos; a que ahora sean profundos y luego llanos. Pinto árboles y apacento ganado en sus riberas y en las extensas praderas que se abren a ambos lados. En la lámpara que pende del techo hacen nido los mirlos y un martín pescador. Por la puerta de madera de la habitación trepan y se descuelgan monos y ardillas; saltan, se balancean. Caprichosamente juegan a perder una semilla, a quién la encuentra, a cuál se la come. Todo es una fiesta en la puerta.
Las paredes son como caprichos de un cráter, un montículo aquí, otro montículo allá; una sima aquí, una hondonada allá. La luz que se filtra a través de la cortina se queda enterita en este espacio donde habito y duermo yo, donde habitan todas las formas a las que mi mente quiera dar vida. Estamos aquí; pero yo soy el testigo único de su existencia; yo las agito, yo las muevo; yo les doy el sentido que las explica. ¡Cuánto se puede imaginar, recordar y proyectar antes de uno levantarse de la cama! La mente es un grande y caprichoso juguete de mil formas que construye formas por doquier.
Ricardo de la Tierra.
Móstoles, 3 de marzo de 2012